
No desaparece, no es estático, se transforma dialécticamente en función de los cambios sociales, se enriquece con lo nuevo, es espacio de resistencia e identidad, orgullo y patrimonio de la nación.
En una carta enviada por William John Thomas, bajo el seudónimo de Ambrose Melton, al periódico “The Atheneun” en Inglaterra, el 22 de agosto de 1846, propuso que la literatura popular (cuentos, leyendas, poesías, adivinanzas, canciones, etc.) fueran bautizadas con el nombre de “Folklore”, folk: pueblo, lore: saber, lo cual significaba que la palabra folklore quería decir, “el saber popular”, el saber del pueblo”.
Esta propuesta fue aprobada por diversas academias a nivel mundial y poco después, fue aceptada no solamente como “saber popular”, sino también como “el saber sobre el pueblo”, identificándose también como folkloristas a los investigadores académicos que se dedican a su estudio, pasando a ser incluso a nivel científico el folklore una rama de la antropología cultural.
Por estas razones, el 22 de agosto de cada año, fue consagrado a nivel mundial como el “Día Internacional del Folklore”, en homenaje a la revalorización de las manifestaciones populares, al saber del y sobre el pueblo.
En la República Dominicana, la palabra “folklore” apareció impresa por vez primera treinta y ocho años después, cuando un lector o lectora, con el seudónimo Valle de Gracia, envió desde Puerto Plata, una carta al periódico Ecos del Pueblo, bajo la dirección del periodista José Joaquín Hungría. Aquel artículo editado en Santiago de los Caballeros, hacía referencia al envío sobre la décima de “Un Fandango en Dajabón”, autoría del poeta popular Juan Antonio Alix, que le hiciera al profesor Hugo Schuchard, un investigador austriaco de la Universidad de Graz, en Austria.




