
El presidente Luis Abinader arribó a sus cinco años de gestión donde la oposición subraya los temas pendientes mientras que el oficialismo destaca los logros alcanzados. Un escenario interesante donde ambos enfoques tienen parte de la razón.
Solo que más allá de lo cronológico y de las lecturas políticas, hay un hecho innegable que debe ser evaluado con honestidad y es que -en sentido real- no han sido cinco sino solamente tres los años de gobierno.
Y es que en agosto del 2020 Abinader encontró un país literalmente cerrado. La pandemia del COVID-19 imponía situaciones inéditas que iban desde limitaciones sanitarias, crisis económica, caída del turismo y suspensión de docencia hasta un entorno internacional incierto.Así las cosas, el nuevo presidente no pudo ejecutar un plan de gobierno diseñado para condiciones normales, sino que tuvo que adoptar soluciones urgentes ante el dramático y desconocido cuadro. Durante esos dos primeros años la tarea de su administración fue esencialmente de rescate: controlar la emergencia sanitaria, garantizar la estabilidad económica y evitar un colapso social.
Gobernar en esas circunstancias significó mantener a flote la nave del Estado en medio de una tormenta perfecta… y Luis lo logró. La reapertura gradual del país, la recuperación del turismo, la estabilidad cambiaria y la reactivación productiva fueron señales claras de un manejo responsable.
Es a partir de 2022 cuando puede hablarse de una gestión propiamente dicha, con espacio para impulsar reformas, ejecutar planes de infraestructura, profundizar la política exterior, enfrentar la crisis haitiana, promover iniciativas en la salud, educación y seguridad etc. Entonces, hay que reconocer que los cinco años transcurridos no han sido iguales ni en condiciones ni en posibilidades.




