
La introducción del peso oro dominicano en 1947 marcó un hito fundamental en la historia económica del país y fue una decisión estratégica impulsada por el entonces dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, como parte de su proyecto de consolidación del poder político y económico nacional. Hasta ese momento, la moneda de curso legal en la República Dominicana era el dólar estadounidense, adoptado tras la intervención norteamericana de 1905. La economía nacional dependía en gran medida de los flujos externos y de la estabilidad del dólar, lo que limitaba la autonomía financiera del Estado dominicano.
Con la creación del Banco Central de la República Dominicana mediante la Ley No. 1529 del 9 de octubre de 1947, se sentaron las bases para establecer una moneda nacional que representara la soberanía monetaria del país. Pocos días después, a través de la Ley No. 1528 del 21 de octubre de 1947, Trujillo introdujo oficialmente el peso oro dominicano, que reemplazó al dólar como unidad monetaria y de cuenta. La equivalencia inicial fue establecida en 1 peso oro = 1 dólar estadounidense, lo que permitió una transición ordenada y garantizó la confianza en la nueva moneda.
El nombre “peso oro” fue escogido estratégicamente para resaltar la fortaleza, el respaldo y el valor intrínseco de la nueva divisa. De hecho, el Banco Central estaba obligado a mantener reservas equivalentes en oro y divisas para sustentar su emisión, lo que significaba que cada peso oro en circulación tenía un respaldo tangible. Este sistema buscaba inspirar credibilidad tanto a nivel nacional como internacional, en un contexto donde la estabilidad económica era vista como un símbolo de progreso y modernidad.
Trujillo utilizó la creación del peso oro como una herramienta de legitimación política y económica, presentando la medida como un logro de independencia frente a la influencia extranjera. La nueva moneda fue también un instrumento de control, pues al centralizar la emisión y regulación monetaria en el Banco Central, una institución dominada por el régimen, se concentró el poder financiero bajo la supervisión directa del Estado trujillista. Esto le permitió a Trujillo manejar la política crediticia, controlar los precios y utilizar la economía como mecanismo de dominación y propaganda.
Durante los primeros años de circulación, el peso oro mantuvo su paridad con el dólar, respaldado por las reservas internacionales y el control estricto del Banco Central. Sin embargo, más allá de su estabilidad aparente, la moneda simbolizaba el modelo autoritario y centralizado de gestión económica que caracterizó al régimen. El control absoluto sobre las instituciones financieras, las exportaciones y el comercio exterior permitió a Trujillo acumular una fortuna personal enorme, mientras presentaba al país una imagen de prosperidad y solidez económica.
La introducción del peso oro también tuvo un impacto simbólico profundo en la identidad nacional. Representó, para la propaganda oficial, el nacimiento de una “nueva era de independencia económica” y fue ampliamente promovido en los medios de comunicación controlados por el régimen como un signo del progreso alcanzado bajo la conducción del dictador. En las monedas y billetes se imprimieron emblemas patrios y frases alusivas al desarrollo nacional, reforzando el discurso de orgullo y autosuficiencia económica.
A largo plazo, el peso oro se consolidó como la base del sistema monetario dominicano durante varias décadas. Aunque su respaldo en oro fue desapareciendo gradualmente con el tiempo y el país enfrentó distintos periodos de inflación y devaluación, su creación en 1947 marcó el inicio de la autonomía monetaria dominicana. Este paso permitió al Estado desarrollar políticas financieras propias, aunque en los años del trujillato esas políticas respondían principalmente a los intereses del régimen.
En síntesis, la introducción del peso oro dominicano no solo representó un cambio de moneda, sino también un acto político de soberanía controlada, diseñado para proyectar independencia y poder económico. Fue una medida que combinó intereses técnicos y propagandísticos, transformando la economía dominicana en un sistema más estructurado, aunque fuertemente centralizado en torno a la figura de Trujillo y su aparato estatal.




